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Fritura Napolitana. Una historia real

Ayer en casa no había ganas de cocinar con lo que decidimos ir a nuestro restaurante italiano de cabecera en situaciones de emergencia y de desgana ante los fogones. Es un restaurante italiano de verdad, los propietarios son napolitanos y la mayoría del servicio también es italiano. La comida es excelente. Pero este post no es para cantar las excelencias del ristorante en cuestión, cosa que haré otro día, sino para contar lo que allí viví.

En la mesa de al lado, ocupada por tres damas, una de ellas pide una Fritura Napolitana, plato que consiste en una buena variedad de empanadillas y croquetas con los más variados rellenos. Estaba la dama a medias con su fritura, cuando el camarero se acerca para servir más bebidas y preguntar como está todo. La dama de la fritura le dice: «Te tengo que felicitar. Está buenísima». Hasta ahí todo bien. Una cliente satisfecha felicitando al restaurante a través del camarero, costumbre que todos deberíamos seguir con más frecuencia. Pero lo que me llenó de asombro y estupefacción fue lo que la dama añadió a continuación: «Había una de las empanadillas, que no sé que llevaba, pero que me ha dejado alucinada. El sabor me ha recordado al de los Cheetos». Increíble. Son tantas las reflexiones que me vienen a la cabeza ante esta frase llena de sabiduría gastronómica que no sé por dónde empezar.

En primer lugar, me cuesta comprender como alguien se mete algo en el buche sin ser capaz de reconocer como mínimo uno de los ingredientes con los que está hecho. Es verdad que a mi, por ejemplo, una salsa, otra vez por ejemplo, a partir del tercer ingrediente, ya me cuesta identificar el resto.

 Pero, y en segundo lugar,  no ser capaz de identificar ni uno y además encontrar eso que se come «buenísmo», me parece extraño. Entiendo que la dejara alucinada, pero no que lo encontrara buenísimo. A mi en ese caso, me parecería, como mínimo, inquietante y me preguntaría que clase de bazofia estoy comiendo que no sabe a nada que pueda reconocer.

En tercer lugar:  es que a pesar de no saber «qué llevaba», esa dama se despacha con que la empanadilla finalmente le recordaba al sabor de los Cheetos y eso es lo que en realidad la deja alucinada. Para aquellos amables lectores que, como el pobre camarero, no tengan ni idea de que son los Cheetos, les diré que son aquel aperitivo de maíz horneado y sabor que recuerda al queso, que también se conoce popularmente como ganchitos o gusanitos.  Yo he probado esa Fritura Napolitana y les puedo asegurar que no hay allí nada, afortunadamente, que recuerde ni remotamente a tal cosa. Pueden creerme.

Y en cuarto y último lugar: imagínense cuáles son los referentes gustativos de la dama. Lo que en ella es capaz de evocar una Fritura Napolitana es finalmente el sabor de un aperitivo industrial con sabor a queso. ¿Qué significa eso? Pues probablemente, a parte de una nula sensibilidad por la comida, que en su vida ha comido muchos ganchitos y muy poca comida de verdad, que su paladar está atrofiado, que en su cerebro faltan referencias a sabores básicos y puros y que, en pocas palabras, no está gustativamente educada, no por no haber ido a buenos restaurantes, sino porque seguramente es alguien que no come de todo y todos sus referentes se basan en los esquemas de sabor de la comida rápida e industrial, que básicamente deben conformar su dieta. La dama no tenía más de treinta y pocos, y mucho me temo que ella no sea una excepción: entre las dificultades para encontrar productos de calidad, a causa de una producción agrícola y ganadera que prima el rendimiento por encima de la calidad, y la importación de hábitos alimenticios propios de la cultura de los EE.UU., se está creando una generación de jóvenes y ya no tan jóvenes que sólo van a encontrar algo sabroso si sabe a Cheetos, el pollo a KFC y la carne como las hamburguesas de McDonald’s. A fin de cuentas, la cocina italiana, mediterranea como la nuestra, tampoco nos propone una paleta de sabores tan alejados.

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