En esta página encontraréis todos los post que publico cada quince días en el blog de la Cadena Ser Tinta de Calamar. Estos artículos breves, en comparación con los rollazos que les suelo soltar desde estas páginas, constituyen la cara B de Homo Gastronomicus. Reflexiones más vivenciales que otra cosa y en las que trato de aportar una visión más irónica, divertida y desenfadado del mundo de la gastronomía.
Siempre como una alma en pena. Cabizbajo y con la mirada gacha, cada vez que alguien me hacía la temida pregunta. ¿No te gusta el cilantro? Y yo pensando: si sólo fuera eso… Porque no es que no me guste. Es que lo odio, lo detesto, me ofende, me repugna. (Seguir leyendo)
Ni todo el monte es orégano ni todo el mundo come pan. En toda América Latina, surcada por la cultura del maíz desde los tiempos del Popol Vuh en el que Miguel Ángel Asturias se inspiró para su novela Hombres de Maíz, la costumbre no es acompañar las comidas con pan, sino con cualquier tipo de masa cocida hecha de maíz. Por ejemplo las arepas. (Seguir leyendo)
Acabamos de pasar un fin de semana en Collioure. O Cotlliure, que es como lo llaman los franceses cuando se ponen ñoños y multicultis. En todo caso, un pueblo de postal del sur de Francia, en la Côte Vermeille. Como uno de esos que a los chinos les ha dado por piratear. Si alguien ha estado en el Alt Empordà, en Cadaqués por ejemplo, reconocerá el mismo paisaje, pero Collioure es un un lugar tan ordenado y pulcro que parece la salida al mar de Suiza. (Seguir leyendo)
Era agosto de 1987 y yo tenía 18 años. Había terminado lo que entonces se llamaba COU y que ahora, con lo que cambian las leyes educativas, no tengo ni idea de cómo se llama. Había aprobado la Selectividad (¿eso aún existe?) con nota suficiente para estudiar Periodismo. (Seguir leyendo)
Aviso, estoy cabreado. Las cosas tienen un nombre por algo. El lenguaje también puede y debe ser exacto. El otro día fui a comer a un restaurante de esos de menú a 10 euros y en las opciones de segundos platos, el honesto restaurador, con gran alegría de sus gónadas, ofrecía Pulpitos de la Costa. Y tan tranquilo, oiga. (Seguir leyendo)
Mi hijo mayor, Joan Marc, tiene un amigo, Pau, con el que a veces se junta para jugar a los videojuegos. Pau estaba el otro día con otro amiguito suyo, al que le contaba que su amigo Joan Marc, que sólo iba a segundo de primaria, era un niño muy inteligente y que además tenía todas las videoconsoloas. (Seguir leyendo)
Se acerca la Navidad y digo yo que habrá que intenar sobrevivir de la forma más digna posible. Es una época en la que se desencadenan todos los apetitos y excesos, y cada uno trata de colmarlos según su gusto y su bolsillo. Por eso me he permitido elaborar un decálago para no perecer en el intento. (Seguir leyendo)
Querido lector, si está usted leyendo esto es que los Mayas se equivocaban y el fin del mundo no ha acontecido. Era de esperar ¿no? Claro que, si uno lee la profecía de forma adecuada (cosa que conviene hacer siempre para no acojonarse más de lo necesario), verá que lo que los Mayas anunciaron fue el fin de una era, no el fin del mundo en términos apocalípticos, y esto, con la que está cayendo, no tengo tan claro que no esté sucediendo desde hace tiempo. (Seguir leyendo)
Empiezo donde lo dejé hace 15 días. Con la llegada del año nuevo han salido los adivinos de turno que intentan pronosticar qué va a ser tendencia este 2013. Es lo que tiene ir de cool hunter por la vida: que te ves obligado a soltar por la boquita gilipolleces tamaño king size y si después aciertas, pues te marcas un: “Yo ya lo había dicho”; y si te equivocas, eso de: “Este país no tiene remedio. Somos unos atrasados”, y te quedas tan ancho. (Seguir leyendo)
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